Cómo ayudar a tus peques a contar sus propias historias
Cuando tu peque dice '¿Te cuento una historia que me he inventado?', se abre la puerta a su mundo interior. Ese momento es un tesoro. Pero a veces no saben por dónde empezar. Ahí es donde entras tú.
¿Alguna vez te has quedado sin palabras ante una historia disparatada que tu peque te ha contado con toda la seriedad del mundo?
¿O te ha soltado un “esto lo he soñado yo” y ha empezado a narrar una epopeya con dragones, limones parlantes y portales interdimensionales en el pasillo de casa?
Pues enhorabuena: tienes delante a una mente creativa en ebullición. Y acompañar esa explosión de imaginación es uno de los regalos más bonitos —y divertidos— que puedes darte como madre, padre o profe. Pero claro, también puede ser un poco desconcertante.
¿Le ayudo? ¿Le dejo? ¿Le pregunto? ¿Lo grabo? ¿Qué hago con esta historia loca?
Te voy a dar algunas ideas de cómo ayudarles a contar sus propias historias sin cortarles las alas ni acabar tú escribiendo la novela.
Lo primero es entender esto: no se trata de enseñarles a narrar como personas adultas, sino de darles alas para expresarse.
Y para eso, te propongo tres caminos:
1. La técnica de la escalera (o cómo ir subiendo peldaños)
Empieza con preguntas muy sencillas, tipo:
¿Quién es el personaje?
¿Dónde está?
¿Qué problema tiene?
¿Qué intenta hacer para solucionarlo?
¿Cómo termina la historia?
No hace falta que contesten todo de golpe ni en orden. Puedes ir jugando:
Uy, ¿y entonces qué pasó?
¿Y quién más estaba por allí?
2. Usar dibujos como punto de partida
A veces, lo que no pueden decir con palabras, lo dibujan —o garabatean— sin esfuerzo. Eso puede ser el inicio perfecto para inventar un cuento.
Pregúntales:
¿Quién es este personaje?
¿Qué hace en este lugar?
¿Qué está a punto de pasar?
Y si no saben qué dibujar, puedes ofrecerles una idea sencilla inspirada en algo que hayan dicho o hecho: un personaje que les recuerde a su juguete favorito, o una escena parecida a algo que imaginaron hace poco.
A veces, un empujoncito ayuda a que arranquen.
3. El juego simbólico como generador de tramas
Cuando juegan con muñecos, disfraces o bloques de construcción, tus peques también están ensayando historias. Basta con observar un poco para darte cuenta de que están creando mundos.
Puedes sumarte al juego como personaje secundario (sin acaparar, ¿eh?) y hacer preguntas desde dentro:
Oye, detective Perruno, ¿y qué haremos con ese mapa misterioso?
Capitán Galleta, ¿la nave está lista para despegar?
Señorita Mostaza, ¿cuál es el plan para recuperar el osito perdido?
Lo importante es no corregir, no juzgar y no ponerles tareas.
No hace falta que escriban. Al contrario, déjales que cuenten, que inventen, que jueguen.
Y si te lo quieren contar otra vez, con otro final… ¡mejor todavía!
Porque, como ya sabes, las historias son como la plastilina: están para moldearlas una y otra vez.
Con cariño,
Eva María
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