Convierte gestos cotidianos en momentos mágicos con el juego de las gracias
Agradecer lo obvio, lo que aparentemente no tiene ningún mérito, también tiene su arte. Y su efecto. Hoy te propongo un reto simple: dar las gracias incluso cuando nadie espera que lo hagas.
¿Has practicado ya el juego de las sonrisas que te propuse en la edición anterior?
Espero que te haya ido fenomenal.
Como lo prometido es deuda, hoy vamos a ir un poco más allá con el juego de las gracias.
La gracia 😁 de este juego es dar las gracias cuando no hace falta.
Me refiero a esas pequeñas situaciones cotidianas en las que alguien hace algo que, en teoría, “le toca”. Cosas que entran en lo normal, que hay que hacer sí o sí.
Das las gracias a alguien por cederte el paso, aunque sea porque no tiene otra.
Das las gracias a alguien por apartarse en un pasillo estrecho para que puedas pasar, aunque solo se haya dado cuenta de que estaba en medio cuando te tenía ya encima.
Das las gracias a alguien por darte la vuelta en la caja del súper (aunque sea su trabajo).
Das las gracias a alguien por hacerse un lado en la acera porque está invadiéndola mientras habla con otra persona y no te deja pasar.
Y lo haces acompañado de una grandísima sonrisa.
Si no sonríes, no hay punto.
Pero no sonríes por compromiso, sino porque de verdad agradeces a esa persona que haya hecho eso.
Aunque sea lo mínimo.
Aunque lo esperes.
Aunque toque.
¿Y para qué sirve esto?
Para transformar lo mecánico en humano. Lo obligatorio en significativo.
Porque cuando agradeces lo obvio, estás reconociendo a la otra persona. Estás diciendo: “he visto tu gesto, lo valoro y te lo devuelvo con algo que también es un regalo: una sonrisa”.
Y eso, aunque dure medio segundo, cambia el tono de la escena. Lo convierte en algo amable. Y esa amabilidad se propaga.
¿Y qué tiene que ver esto con la creatividad?
Pues más de lo que parece (otra vez).
Porque la creatividad también nace del vínculo. De cómo miramos al resto. De cómo nos sentimos en el mundo.
Porque cuando te acostumbras a mirar con atención, a reconocer lo que otras personas hacen por ti —aunque sea poco y aunque sea lo justo—, estás afinando el ojo. Estás entrenando la sensibilidad.
Y la sensibilidad es una aliada clave de la creatividad.
Además, agradecer abre puertas. Genera microconexiones. Te hace sentir mejor.
Y cuando estás en ese estado, las ideas fluyen con más facilidad.
Así que, si te animas a jugar al juego de las gracias, me encantaría saber cómo te ha ido. Y si lo compartes con alguna personita (de las que siempre van con los ojos bien abiertos), mejor que mejor.
Y si, al menos, da ejemplo. Que de eso es de lo que más se aprende.
Con cariño,
Eva María
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